domingo, 26 de febrero de 2023

Turbulento

 Con la cara mirando el techo una vez más, a oscuras, esperando que me llegue el sueño. Susurrando en mi mente, susurrándome, que debo descansar. Abrazando un objeto que me alcanzó, pretendiendo que ese pequeño acto sea un símbolo, que ese objeto, ahora convertido, no se pierda. 

Sí, una vez más acá. La pantalla y yo. Inyectándome los ojos, haciéndome cada vez más adicta al celular.

Increíble que haya pasado. Que a esta altura esté escribiendo acá, con otra perspectiva ¿Quizás? 


domingo, 24 de octubre de 2021

 Me aislo, me encierro, la cama nuevamente es una prisión. Es como si estuviera acostumbrada y tiendo a ir a la depresión. 

Es grave, acumulativo, no puedo frenar este tren. Y casi dos veces por semana caigo, y a las 20 estoy tomando más dosis de la que debería para entrar en sueño. Y no me interesa perder el día, o que las horas pasen, o si mi pareja se ve afectada. Esto no tiene que ver con eso. Tengo que perderme, me supera el llanto y la angustia. Me entra el dolor y la culpa y quiero lastimarme, y me sedo para no dañar ni dañarme. 

La rutina me mata, me seca, entre el aislamiento y la rutina me vuelvo un monstruo. Y en la soledad me doy con todo.

Me maquillo durante el día y parezco, y soy otra persona, es otro mundo, que creo para poder llevar a cabo mí vida hoy por hoy, que es inmensamente ineficaz. 

Todos los días me despierto a la misma hora, apagó las mismas 3 alarmas y a la cuarta me levanto, enchufo la plancha para el pelo, que me recuerda a mí tía, y que todo lo que tengo es regalado, aún no sé cómo llegué hasta acá. Sigo, pongo la pava para calentar agua, me hago un te con leche que me recuerda a mí infancia, mis desayunos antes de ir a la primaria, como dos galletitas porque ya se me cerró el estómago de tantos recuerdos abrumadores. 

 Me pongo lentes de contacto, porque no veo nada. Miro mí piel, ahora en alta definición, mis imperfecciones, mis ganas de morirme y la tristeza de mis ojos. Y siempre la misma idea, de volver a la cama a no ser nadie y de que me importe nada la vida. No hago caso y agarro base, corrector, cosas insignificantes, que no vienen al caso. Maquillada aún se ve la tristeza en mis ojos. 

 Me cambio, y me voy antes de escuchar ese demonio que me dice quédate, apaga el celular y que todo se vaya a la conchs de su madre. 

 De camino al trabajo escucho 2 o 3 temas que me levanten el ánimo, ya llegó agotada de haber pensado todo esto. Y salgo aún más agotada, porque estos pensamientos no se van y arrastro los del trabajo también. 

Se caen mis párpados instintivamente ante la pesadumbre de mí angustia, me declaro la guerra a mí misma y apuesto a que mañana será otro día. Donde no me sienta mal, dónde me sienta afortunada de lo que logré y lo que tengo. 

Pero mi dolor me impide ver. 

Yo no soy nada, aún cuando tenga lo que tenga, aún cuando llegue a donde llegue. Un tren, una pastilla y busco el consuelo que no encuentro en mí. 


jueves, 7 de octubre de 2021

Mi blog adolescente

 Este fue ese espacio que hoy por hoy tengo, o quisiera, en terapia. 

 Donde mis palabras salían a borbotones como si mí alma escribiera directamente. Con este blog intentaba hacerme entender, mostrándolo a los que me rodeaban. Y nunca lo logré. 

 Muchos leían y... Bueno, algunos, decían que era impresionante el modo en que me expresaba. Otros sentían tanto rechazo como si fuera que estuvieran leyendo algo prohibido, algo tabú. 

Siempre me gustó poner a las personas en una dicotomía, en un debate consigo mismos. Es lo que esperaba hacer cuando fuera docente, para que mis alumnos aprendieran. 

Hoy, que no soy docente, ni tampoco piba, esa actitud es de una mina que es jodida hasta el culo. Y sí, soy jodida. Media histérica, difícil porque me la complico sola, porque mi forma de tratar a los demás es peor conmigo misma. Que si, que tengo que entrar en debate también conmigo. 

Hoy por hoy, no me siento tan mal, es más hasta diría que le perdí el gusto al mal estar y la angustia. Que fueron como una droga y un rol muy cómodo para estar. 

Hoy sé que soy fuerte, una mina de fierro, que tengo carácter porque la gente de mierda me arrebató y me dejó en la lona un montón de veces, y muchas aguanté porque, ingenua, pensé que esa gente actuaría como yo. 

El mundo es cruel, es una realidad. Es injusto. 

Y a ningún sistema de orden, sea burocrático o no, le interesa. Algún que otro al que le salpicó la mierda se da cuenta. 

Yo siempre quise ayudar, recuerdo que tenía 9 años y era de noche, hacía frío y yo estaba en mi casa con un plato de comida y un techo. Pensaba en la gente que podía estar tirada en el piso frío, sin haber comido, sin reparo del viento. Y me nacía levantar el plato y encarar a la puerta para salir a buscar a esa persona que en mi mente encontraría al salir a la puerta. Me detenía mamá diciéndome que me dejara de comer y que comiera, que no pensara en eso, como si ignorar el dolor del hambre ageno hiciera que no existiera. 

Ayudé mucho en la iglesia, enseñé, viví, sufrí. Cuando salí de la iglesia me sentí pérdida, pero acompañada. Mi fe intacta sabe dónde encontrar a mi Dios. 

De todos modos, nunca pude ignorar el dolor ageno y dejar de sufrir por ello. Y esto me hizo sentir en desamparo por muchos años. 

Es un poco de lo que me sale escribir hoy, por mí. 

Porque hallé este blog, lleno de dolor, de heridas que existían y que hoy trabajo desde otro lado. 

Quizás vuelva a escribir, y quizás vuelva algún día a estar en paz conmigo. Con todo esto.

sábado, 28 de julio de 2018

Hoy me invadió
Se metió en mi pecho
Presionaba demasiado

Terminé con la cabeza en blanco
Y las manos débiles
Con el coraje arriba
Y la tristeza en mis ojos

Me insisitó en volver
Como si nada
Como si no me afectaran sus palabras
Como si todo también

Por eso te amaba
Porque solías despertar todos mis sentidos
y lograbas el debate y la reflexión en mi interior

Hoy sé que era la manera
en que tus parásitos
me comían por dentro

Así que estoy clausurada
no apta para personas
ganándome mis alas

viernes, 27 de julio de 2018

¿Sabes qué me encanta?
Recordarte en mis silencios
Donde la soledad ya no pesa
Y el vacío no lastima.

Cuando nostálgica sonrío
Y me toman por sorpresa
Esos recuerdos y ensayos

Y me ajusto el corazón al pecho
Para atreverme a recordarte
Un poquito más
Unos cuantos sueños más.

lunes, 25 de junio de 2018

¿Cómo no lo vi antes?
 Las cosas internas, los mambos... Siempre creí que escribir me liberaba de esas cosas. Que así cuando se me ocurría una excelente idea, una vez escrita, se volcaba como una especie de botella con contenido.
 Me tragué esa mierda. Y eso dificultó mi visión, mi poder de reflexión.
Aún cuando escriba lo que escriba, eso sale a flote por algo en la escritura. Escribir no hace que cambie mi realidad, pero mi inconsciente claramente está gritando algo que no había podido ver hasta ahora.
 Llevo conmigo esos textos tan profundamente marcados como cuando no los escribo.

Y aún no sé que hacer con eso.

domingo, 24 de junio de 2018

Para tu deleite.

Te entiendo.
Entiendo tu dolor.
Entiendo tu negación.
Entiendo muchas cosas que te pasan y que estás callando.
Entiendo esas ganas de dejar de existir para no molestar ni preocupar.
Entiendo tu soledad y tus ansias de ya no estarlo.
Entiendo cuando pensás que no se puede confiar en nadie, y con esperanza en el pecho, volves a empezar otra historia. También entiendo lo que se siente que te rompan una y otra vez.
 Que nadie te escuche. Y no querer realmente que te escuchen ni que te entiendan, porque primero querés entender vos. Antes de que alguien más diga qué te pasa.
 Entiendo tu rechazo al mundo real. Tu apego al virtual y la fantasía.
Sé lo que se siente querer gritar para que el sonido de tus gritos sean más fuertes que tu dolor. Comprendo lo que es que tu alma se desangre día tras día y que nada de lo que hagas cambie esa realidad.
 Y sé que nos pasa a todos.
Y que eso no lo hace menos terrible o menos sentido. Si no más invisible.
Entiendo cuando te responden intentando ayudarte, pero confrontandote y vos callas.
Pero hablás con la mirada dolida.
Entiendo tu aislamiento. Y tus ganas de no salir al mundo.
Entiendo tus llantos ahogados.
Tu necesidad de ser escuchado.
Tu capacidad de callar lo que te pasa por años.
Tus ganas de llorar y decir que es injusto.
Pero no hacerlo porque hay que ser agradecido. Y no querés ser grosero.
Entiendo tu lucha interna. Y tus cambios de humor.
Y tus ganas de ya no ser una molestia para nadie.
¿Y sabes por qué entiendo todo esto?
Porque yo también me siento así.
Y también estuve al borde de ese abismo.
Y como vos lloré sangre y me partí en dos.
Y así, con esa mirada, quebrada, yo también caminaba y buscaba un poco de aliento en los demás.
También busqué amor en los brazos de alguien que no tenía idea del mundo que yo llevaba dentro.
También quise ser ese ángel que no tuve, salvando a alguien de esos miles de demonios. Mientras que en mi propia habitación los fantasmas no dejaban de aparecer, ni las voces dejaban de decirme lo estúpida e inservible que era.

Pero el dolor no es por siempre.
Sé que parece que jamás cesará y que tus heridas son estigmas de tus experiencias.
Pero las lágrimas un día ya no caen. Y no porque tengas la garganta seca y el dolor continúe. Si no porque un día, ya no duele tanto.
Y esas heridas se van cerrando. Aún cuando insistas en que son tuyas y no las quieras ir.
No. No son vos. Esas heridas, esas lágrimas, ese dolor.
No sos vos.
NO es tu identidad.
Liberate.
Llorá lo que tengas que llorar.
Aislate lo que necesites aislarte.
Gritá, pataleá, quejate.
Pero no para siempre.
Salvate.
Porque a veces los tóxicos somos nosotros mismos.
Salvate.
No te consumas a vos mismo.
Vales mucho más.
Tenes esas alas. Usalas.
Volá.
Pero volá bailando y mostrando tu esplendor.
Porque eso que sos.
Sos esa libertad de ser.
De caerte de vez en cuando.
De romperte y arreglarte, para tu deleite.

Sé. Dejate ser.